Finales de septiembre: [Autor] escribe a [Editor] comentándole que ha seguido desde el principio la trayectoria de su colección de poesía, que admira mucho la labor que la ha convertido en uno de los más interesantes proyectos editoriales del panorama español en este campo; y que, habiendo dado fin a su libro [Título] y pensando en la posibilidad de publicarlo, le gustaría someterlo a su consideración. Sin otro particular, y agradeciéndole de antemano su etc., le reitera su etc., etc., y le envía un cordial saludo.
Finales de noviembre: [Autor] recibe de [Editor] la siguiente carta:
Estimado amigo:
He leído en cuanto he podido —debo decirte que con más rapidez de lo que resulta habitual en estos momentos en [editorial] por la acumulación de originales y la falta de medios— el libro que me remitiste. Te felicito. Sinceramente. Hay una sabiduría en la arquitectura de tus poemas y una honda palpitación que me han hecho disfrutar de sus palabras. En especial, la parte que da titulo al conjunto me parece muy meritoria. Me parece tremendo saber —tú nos lo recuerdas— que [cita versos del libro].
Desgraciadamente, a pesar de las apariencias, [editorial] no está atravesando un momento especialmente feliz. Estamos asumiendo muchísimos riesgos y constato que, a pesar del apoyo de la critica, los lectores o no se enteran o siguen prefiriendo regalar por Navidad el Premio Planeta. Por ejemplo, una novela como [título] de [novelista] está considerada por un selecto grupo de gente como una de las mejores obras de narrativa española de los últimos años. [Suplemento literario] le dedicó media pagina. [Otra editorial] quiso publicarla en la misma colección que Soldados de Salamina y con el mismo tratamiento. Pero, ¿el publico...? Nada, nadie. En estas circunstancias, me veo obligado a ser muy cauto para poder seguir publicando y manteniendo este proyecto. Pero te digo sinceramente que me gustaría que mantuviésemos este contacto que ahora iniciamos, a ver qué sucede en el futuro. Yo te animo —y esto pocas veces lo hago— a que muevas tu libro por premios y otras colecciones que arriesgan. Además de [editorial], también han aparecido otras, por fortuna.
Quedo a tu disposición para cuanto me sea posible. Un abrazo.
Finales de enero: entendiendo de la carta anterior que a [editor] le ha gustado el libro y que el único impedimento para la publicación del mismo es de índole económica, y tras consultarlo con algunos amigos y/o escritores conocidos, así como con personas de la administración de su comunidad autónoma, [autor] escribe nuevamente a [editor] comentándole que si el problema es económico, la consejería de cultura de su comunidad ofrece varias posibilidades que lo subsanarían en gran parte, entre ellas la fórmula de coedición con [editorial pública regional] ya practicada con otros autores y editoriales, o bien las diversas convocatorias de ayudas a la edición, que en ambos casos cubrirían prácticamente los gastos de la misma.
Finales de marzo: [autor] recibe de [editor] esta segunda carta:
Querido [autor], te agradezco los esfuerzos y el interés por facilitar la publicación de tu libro. Son gestos que no se olvidan.
Yo he estado pensándolo bastante durante estas semanas y, al final, tengo que rendirme a la evidencia de que ha llegado la crisis en este inicio de [año]. En relación a la otra carta que te escribí, la situación actual ha empeorado. Hay un exceso de novedades, que se ha convertido en una amenaza para las editoriales. Por tanto, hay que reducir el volumen de publicación, porque el problema ya no es sólo vender o no vender —¡Hamlet!—, sino ahogar a las librerías con novedades o no ahogarlas.
De todas formas, estoy seguro de que un libro como el tuyo —y más con un apoyo económico, porque todo ayuda— no tendrá dificultades en encontrar editor. Lo digo y lo deseo sinceramente.
Otra cosa que se me ocurre son los premios. En la actualidad [editorial] publica los que me parecen adecuados: [premio de poesía] y [otro premio de poesía]. Este último, por diversas razones, me parece bastante idóneo para tu libro. Pero soy consciente de que ello es dilatar la publicación —y, además, todo premio es una lotería, y yo sólo puedo invitar a presentarse, no garantizar nada—, y de que tú, legítimamente, desees ver publicado tu libro cuanto antes.
No sé. Dime algo si te parece. A mí me queda un regusto amargo de todo esto, pero no hay más cera que la que arde. Y el problema es éste: acumular libros o no acumularlos.
Mi más fuerte abrazo.