22 de mayo de 2012

Un poema de 2007




OTRA VEZ EL VERANO

A Antonio Marín Albalate
Pasan los días. No sucede nada
que haga suponer que algo distinto
traerán. El pudor de las muchachas
se ha esfumado con los primeros signos
del verano incipiente y ebrias campan
de incierta como hermosa juventud.

Si te quedas mirándolas adviertes
plenitud en sus ojos y preguntas
inconcretas aún, la efervescencia
del deseo trocada en inquietud
y el agua de la vida
en la que alegremente se zambullen
con indisimulada ostentación.

Pasan los días. Las observas. Miras
con nostalgia y envidia su esplendor
inconsciente y ajeno a todo... Ellas
no te ven, aunque su mirada encuentre
un instante la tuya y te parezcan
sonreír levemente o saludarte.

No pueden verte. Tú no estás allí, 
formas parte de un mundo que no existe
para ellas aún, eres tan sólo
un elemento más en el paisaje...


[NOTA:
Debió de ser ya bien avanzado junio de 2007. Volvíamos de algún acto literario en Murcia (o íbamos, la verdad es que no lo recuerdo con exactitud) en el coche de Antonio Gómez Ribelles y entre risas y chanzas hablábamos del verano ya en ciernes, el notable calor y —cómo no— de la vuelta del pudor a los armarios y de la extraordinaria plenitud de los cuerpos de los jóvenes. En esas estaríamos cuando Antonio Marín Albalate debió de leer un primer borrador de este poema, y yo debí de decir esas palabras que en tantas ocasiones —en circunstancias similares— oyera años atrás a algún amigo mayor, y que terminaron —para mi sorpresa— formando parte integrante del poema de Antonio.
Lo que no había vuelto a recordar hasta la publicación en libro del de Antonio, es que, días u horas después de la escena que acabo de abocetar, también yo mismo escribí un poema (y no el primero mío sobre el particular, de ahí el título) sobre la juventud y el verano: durante varios meses he rebuscado infructuosamente por las carpetas, hasta el punto de llegar a plantearme si no lo habría desechado y/o roto en algún momento de escasa autocomplacencia... Finalmente resultó que no, así que aquí traigo —hoy que empieza, según todos los noticiarios, una nueva ola de calor preveraniego— esta versión B del mismo, obviamente dedicada a quien lo motivó...]

12 de mayo de 2012

Un recorte de 1992 (La Opinión, 22 de enero)


(Clic sobre la imagen para ampliarla)


En enero de 1992 el diario La Opinión de Murcia publicó una selección de poemas de Ese calmo lugar, una pequeña colección de poemas de tema amoroso con los que yo había obtenido el premio Jara Carrillo a finales del año anterior. Iban en una doble página, acompañados de la reproducción (todavía en blanco y negro, lástima) de tres de las magníficas ilustraciones realizadas expresamente por Antonio Martínez Mengual, así como por este retrato lírico de Ramón Jiménez Madrid, cuyo título jugaba con los de mis dos primeros libros y que en absoluto recordaba. Revisando y ordenando viejos recortes he reparado en él y me ha resultado tan conciso y ajustado como inesperadamente emotivo, tanto que no he sabido sustraerme a la tentación de colgarlo aquí, disculpen (parafraseando a un amigo) si parece lo que es, emanación de un ego que no creo tener bastante bien controlado...