[Foto: Archivo Libertad Digital] |
Acaba de aparecer en los medios de comunicación la noticia de que Iñaki Oyarzábal, 'número dos' del PP vasco y miembro de la ejecutiva nacional, ha hecho pública su homosexualidad (que como en tantos otros casos similares, no era ningún secreto, ni en su partido ni en el mundillo político vasco). Se recuerda en algunos de los medios que se hacen eco de la noticia que Gallardón ha elogiado su «autenticidad y coherencia», y se leen frases como que Oyarzábal «nunca ha escondido que es gay e incluso ha acudido a actos de su formación acompañado por su pareja», o que «consultó hace un mes la conveniencia de dar un paso al frente a Antonio Basagoiti, que no solo le dio su beneplácito sino que le animó», etc...
Pero en todo esto hay algo que falla, o que no acaba de cuadrar del todo... Especialmente donde hablan (pero ya no Basagoiti, sino «fuentes próximas a la dirección popular») de «un partido abierto, moderno y liberal donde cabe todo el mundo» y añaden que «así ha quedado de manifiesto». Si es un partido abierto, moderno y liberal, ¿por qué siguen liderando (con Gallardón —desde el Ministerio de Justicia— y el 'ultra' Jorge Fernández —desde Interior— al frente) una 'contrarreforma' en materia de derechos y libertades individuales a los que llevan años oponiéndose, y contra los que llevan años movilizándose codo a codo con la más que retrógrada jerarquía católica de los Rouco, Martínez Camino, Reig Plá, etc, etc...? ¿Creen que nos hemos olvidado del recurso que sigue pendiente en el Constitucional? ¿Creen que nos hemos olvidado de su burda excusa [los diputados que lo presentaron ya no lo son, etc, etc] para no retirarlo...?
Desgraciadamente, y sin perjuicio de su buena fe, Oyarzábal y sus compañeros o ex-compañeros en la cúpula del PP vasco (Alfonso Alonso, por ejemplo, exalcalde de Vitoria y hoy portavoz en el Congreso) no pueden pretender que su gesto cambie la percepción que del PP transmiten las fuerzas dominantes en su partido, con esa Cospedal penitente de negro y con mantilla en la procesión del Corpus a la cabeza. Esa es la imagen que el PP (Aznar al fondo) quiere transmitir y transmite, esa es la imagen que su dirigente máximo, Mariano Rajoy (cuya equívoca orientación sexual, pese a su tardío matrimonio y paternidad, es desde hace años objeto de burlas y comidillas) no sólo se muestra incapaz de cambiar sino que se muestra proactivamente reacio a que cambie.
Consciente de que —todavía hoy— al PP le sostienen mayoritariamente votos ultracatólicos y ultraconservadores, prefiere que se mantenga esa línea de indefinición, ese nadar entre dos aguas —las del sector tradicionalista mayoritario y las del más centrista, laico y aperturista en estas materias—, porque sin los votos de cualquiera de esas dos facciones no habría sido posible la actual mayoría absoluta. Y de cara al futuro, ni Rajoy ni sus más directos colaboradores en la dirección del partido quieren ni pueden arriesgarse a sumar la pérdida de esos votos a la que ya de antemano saben que les va a suponer su política de austeridad y recortes, tras la que alienta un ambicioso programa de desbaratamiento del estado 'social y de derecho' consagrado por la Constitución, para privatizarlo y entregarlo a las manos de los mismos que ahora especulan desde sus fondos de inversión para obligar a reducirlo a la mínima expresión y quedarse con ese enorme pastel de negocio para sus farmaceúticas y aseguradoras.
Lo siento mucho, pues, por Oyarzábal, pero —visto lo visto— es obvio que no se trata más que de eso, un 'bonito' gesto de cara a la galería, que permita a algunos homosexuales incautos seguir pensando que el PP es ese 'partido abierto, moderno y liberal donde cabe todo el mundo', cuando la realidad es que el PP sigue siendo un partido de corte tradicionalista y ultraconservador en asuntos de 'moral' y con un alto porcentaje de sus dirigentes nacionales y autonómicos encuadrados en las filas del Opus Dei, los Legionarios de Cristo, la Adoración Nocturna y otras de las sectas ultrarreligiosas que se mueven a sus anchas en el catolicismo carca de los Wojtyła y Ratzinger.
A otros perros, pues, con este hueso...
Pero en todo esto hay algo que falla, o que no acaba de cuadrar del todo... Especialmente donde hablan (pero ya no Basagoiti, sino «fuentes próximas a la dirección popular») de «un partido abierto, moderno y liberal donde cabe todo el mundo» y añaden que «así ha quedado de manifiesto». Si es un partido abierto, moderno y liberal, ¿por qué siguen liderando (con Gallardón —desde el Ministerio de Justicia— y el 'ultra' Jorge Fernández —desde Interior— al frente) una 'contrarreforma' en materia de derechos y libertades individuales a los que llevan años oponiéndose, y contra los que llevan años movilizándose codo a codo con la más que retrógrada jerarquía católica de los Rouco, Martínez Camino, Reig Plá, etc, etc...? ¿Creen que nos hemos olvidado del recurso que sigue pendiente en el Constitucional? ¿Creen que nos hemos olvidado de su burda excusa [los diputados que lo presentaron ya no lo son, etc, etc] para no retirarlo...?
Desgraciadamente, y sin perjuicio de su buena fe, Oyarzábal y sus compañeros o ex-compañeros en la cúpula del PP vasco (Alfonso Alonso, por ejemplo, exalcalde de Vitoria y hoy portavoz en el Congreso) no pueden pretender que su gesto cambie la percepción que del PP transmiten las fuerzas dominantes en su partido, con esa Cospedal penitente de negro y con mantilla en la procesión del Corpus a la cabeza. Esa es la imagen que el PP (Aznar al fondo) quiere transmitir y transmite, esa es la imagen que su dirigente máximo, Mariano Rajoy (cuya equívoca orientación sexual, pese a su tardío matrimonio y paternidad, es desde hace años objeto de burlas y comidillas) no sólo se muestra incapaz de cambiar sino que se muestra proactivamente reacio a que cambie.
Consciente de que —todavía hoy— al PP le sostienen mayoritariamente votos ultracatólicos y ultraconservadores, prefiere que se mantenga esa línea de indefinición, ese nadar entre dos aguas —las del sector tradicionalista mayoritario y las del más centrista, laico y aperturista en estas materias—, porque sin los votos de cualquiera de esas dos facciones no habría sido posible la actual mayoría absoluta. Y de cara al futuro, ni Rajoy ni sus más directos colaboradores en la dirección del partido quieren ni pueden arriesgarse a sumar la pérdida de esos votos a la que ya de antemano saben que les va a suponer su política de austeridad y recortes, tras la que alienta un ambicioso programa de desbaratamiento del estado 'social y de derecho' consagrado por la Constitución, para privatizarlo y entregarlo a las manos de los mismos que ahora especulan desde sus fondos de inversión para obligar a reducirlo a la mínima expresión y quedarse con ese enorme pastel de negocio para sus farmaceúticas y aseguradoras.
Lo siento mucho, pues, por Oyarzábal, pero —visto lo visto— es obvio que no se trata más que de eso, un 'bonito' gesto de cara a la galería, que permita a algunos homosexuales incautos seguir pensando que el PP es ese 'partido abierto, moderno y liberal donde cabe todo el mundo', cuando la realidad es que el PP sigue siendo un partido de corte tradicionalista y ultraconservador en asuntos de 'moral' y con un alto porcentaje de sus dirigentes nacionales y autonómicos encuadrados en las filas del Opus Dei, los Legionarios de Cristo, la Adoración Nocturna y otras de las sectas ultrarreligiosas que se mueven a sus anchas en el catolicismo carca de los Wojtyła y Ratzinger.
A otros perros, pues, con este hueso...