I
Escribo en caliente. Probablemente es la única forma de escribir sobre fútbol, incluso para los que ni de lejos podemos llamarnos "futboleros" stricto sensu porque no lo somos, porque sólo vemos tres o cuatro partidos de fútbol cada semana —y por la tele—; porque sólo escuchamos y/o vemos tertulias deportivas cuatro o como mucho cinco días a la semana; y sobre todo, supongo, porque además de las de fútbol nos gusta ver también retransmisiones de baloncesto, balonmano, tenis, ciclismo, natación, patinaje artístico, fórmula 1 y hasta snooker. Por eso suele ocurrir que, cuando vemos un partido y después escuchamos los comentarios de los “futboleros” por excelencia (léase los periodistas o comentaristas deportivos), nos da la sensación de que hemos visto un partido distinto que ellos. Algunos nos ponemos tan nerviosos que llamamos incluso a nuestro operador de cable o internet para asegurarnos de que no estábamos viendo una emisión equivocada.
En estos momentos las webs de prensa de toda Europa, especialmente las inglesas y españolas, echan humo y cada artículo rebosa comentarios de aficionados internautas, pero sería tan absurdo ponerse a leerlos todos como intentar rebatirlos, más si se tiene en cuenta que quienes se toman la molestia de escribirlos (ortografía aparte, que esa es otra, pero ahora no toca hablar de ella) normalmente lo hacen desde posturas tan radicales como radicalmente opuestas a la objetividad. Ni siquiera yo mismo, aquí y ahora, habiendo reconocido eso de antemano, estoy dispuesto a atender a otro criterio que el de lo que he visto en directo, y tan claramente, por cierto, que todavía me cuesta creer algunas de las barbaridades que he escuchado en televisión y radio y leído en internet sobre el partido de vuelta de semifinales de la Champions League entre el Chelsea y el Barcelona. Así que, como mero aficionado (o “futbolero” sensu amplo, si lo prefieren) aclararé que no he seguido la retransmisión española de DIGITAL+ sino la inglesa de ESPN2, y también que, a diferencia de la gran mayoría de aficionados del Real Madrid, yo iba con el Barça, es decir, prefería que ganara la eliminatoria el Barcelona, el fútbol del Barcelona, varias de cuyas figuras forman parte de la columna vertebral de la selección española actual.
Estaba a punto de escribir que el Real Madrid me es del todo indiferente, pero no es verdad: como mero aficionado, mis simpatías siempre han estado con el otro equipo grande de la capital —no en vano crecí en el seno de una familia profundamente atlética. Además, con el tiempo y el uso de razón y dueño ya de mis propias opiniones, los continuos desmanes y favoritismos arbitrales que he ido viendo (y los de tiempos anteriores que, ante la duda, me he molestado en buscar y juzgar por mí mismo) y la también continuada prepotencia de bastantes de los directivos y jugadores del Real Madrid siempre han terminado produciéndome un rechazo casi irracional hacia el equipo en sí mismo, rechazo del que en absoluto me siento orgulloso, pero que soy incapaz de evitar, y más cuando leo disparates como éste, deslizado en una de sus Canelas finas (www.elmundo.es/papel/2009/01/16/opinion/2578851.html) por el casi siempre ajustado y brillante Luis María Ansón: “El Madrid no es sólo un club de fútbol. Está reconocido como un símbolo. Ha derrotado, incluso a los toros en la imagen internacional de España. Compite con el Escorial. Ha desplazado a Felipe II y destruido la leyenda negra. Es el Carlos III de la seriedad y la obra bien hecha. Supo despojarse a tiempo del manto púrpura con que le cubrió el dictador Franco. Pugna con Don Quijote y con Sancho en el conocimiento universal. Es la paloma de la paz de Picasso que vuela sobre el mundo. En el campo, sus jugadores galopan como el caballo de Atila. Fuera de los estadios, sus directivos han actuado con la sabiduría de Metternich y la seriedad de Bismarck.” Sí, esta vez se le fue la pinza o, si lo prefieren, se pasó siete pueblos, incluso considerando como atenuante que el tema de la columna eran los desmanes (otra vez, y ésta con mayúsculas) del entonces aún presidente Ramón Calderón.
II
Hecha esta pequeña digresión aclaratoria, vuelvo al tema del partido entre el Chelsea y el Barcelona, otro histórico encuentro de Beauty against the beast, lugar común de la prensa inglesa que el Times volvía a utilizar en un artículo de Oliver Kay para referirse a este encuentro entre los "hulking colossuses, eager to fizz the ball around at pace and force the kind of high tempo that will allow them to overwhelm their opponents" del Chelsea y los "little guys who caress the ball and look to devastate their opponents with speed of thought and speed of footwork" del Barcelona (www.timesonline.co.uk/tol/sport/football/premier_league/chelsea/article6228938.ece). El partido (al menos el que yo vi) respondió casi milimétricamente a lo que Mr. Kay anticipaba en esa columna: un Barcelona muy lastrado por las ausencias de Pujol, Márquez y Henry intentando hacer su fútbol preciosista de profundidad y toque, y naufragando una y otra vez en ese empeño ante un Chelsea entregado a su "tactical game plan that looks to exploit their physical superiority while trying to neutralise the obvious threats posed by Barcelona, such as the trickery of Messi and the incisive passing of Xavi and Iniesta", y con el problema añadido del temprano golazo de Essien, que por momentos hizo presagiar una escabechina como la que este mismo Chelsea le hizo al Liverpool (1-3) en Anfield, completada en la vuelta en Stamford Bridge con el 4-4 (7-5 total) de uno de los partidos más enloquecidos y vibrantes de esta competición.Pero no fue así: el mismo Chelsea que apabulló al Liverpool hace unas semanas, el mismo Chelsea que viene ganando con autoridad a sus rivales en las últimas jornadas en la Premier, salió hoy a jugar con un planteamiento parecido al del Camp Nou, a jugar ese otro fútbol de contención y destrucción basado más en el poderío físico y la defensa que en el ataque y la circulación del balón, un fútbol feo, bronco incluso, en las antípodas del que actualmente practica con brillantez el Barça, pero —no nos engañemos— fútbol al fin y al cabo. Una propuesta que no debería haber pillado por sorpresa a los de Guardiola —porque era en esencia la misma de la ida— y que deberían haber sabido desarticular y hacer inútil con sus propias armas. Era difícil y les ha costado mucho, tanto que yo pensaba, viéndolo, que si eran incapaces de desarbolar con su fútbol la tan cerrada como suicida defensa del exiguo 1-0 a la que inexplicablemente terminó entregándose el Chelsea, probablemente (y sin probablemente) no merecían estar en Roma. El final lo conocen. Pero antes —sobre todo en la segunda mitad— han tenido lugar varios lances que podían haber hecho buena la propuesta de los locales, y que han desencadenado, nada más terminar el encuentro, una indignada, agresiva e inadmisible reacción de Didier Drogba hacia el árbitro (en la foto del Times Online) y las cámaras que debería costarle una dura sanción por parte de la UEFA, así como un interminable alud de comentarios referentes al supuesto robo del encuentro, entre los que se destaca claramente el de la web madridista Defensa Centralwww.defensacentral.com/mas_futbol/28462/2009/05/06/El-mayor-robo-de-la-historia), que titula: “¡El mayor robo de la historia!” y dice en en la entradilla: “Un Chelsea que toreó al Barça durante 90 minutos fue vilmente robado por un árbitro lamentable y vergonzoso que llegó a birlar hasta seis penalties al equipo inglés. El Barcelona, sólo tiro una vez a puerta, en el 92' y fue gol. Qué injusto”. (
III
Ha sido realmente decepcionante oír a los (¿periodistas?) participantes en algunas tertulias (la de Radio Marca especialmente, pero no la única) hablar de cuatro, cinco y hasta seis penaltis que habría dejado de pitar en contra del Barcelona el árbitro noruego. No voy a entrar a valorar en su conjunto la actuación de Henning Ovrebo (que como mero aficionado, ya saben, me ha parecido desigual, sólo correcta a ratos y errática otros), pero sí tengo claro lo que han visto estos ojitos que se han de comer los gusanos (si les dejo, igual decido que me incineren); y lo que han visto es un lance en el minuto 24 entre Malouda y Alves que probablemente ningún árbitro de la Premier habría pitado ni siquiera como falta, otro en el 26 entre Abidal y Drogba, que se deja caer, como en el siguiente (56’) ante Touré, y una supuesta falta sobre Anelka (66’) que, en la repetición de la toma posterior de la propia realización inglesa, se aprecia claramente cómo el francés se cruza de derecha a izquierda en la trayectoria de Abidal y —a más de medio metro ya de éste— choca el empeine de su pie derecho con el gemelo de su pierna izquierda y cae, no voy a entrar en si voluntaria o involuntariamente (aunque yo lo tenga claro, no estaba dentro de su cabeza). Del resto, la tarjeta a Essien en el 74' por entrada sobre Iniesta debería haber sido la segunda (no le sacó amarilla por una entrada desde atrás sobre el mismo jugador en el primer tiempo) y por tanto haber conllevado la expulsión, sí debería haber pitado penalti por la mano de Piqué en el 82’, y en absoluto en el 95’, cuando el balón disparado por Ballack golpea en la axila de Etoo.Para terminar, un fragmento revelador de la crónica de L’Equipe (www.lequipe.fr/Football/breves2009/20090506_231743_barcelone-en-un-coup-de-poignard.html): “Guus Hiddink, l'entraîneur de Chelsea, s'est-il enivré de sa science tactique au cours de ce bras de fer ? Le Néerlandais avait trouvé les solutions pour dérégler cette équipe au jeu de rêve. Et quand Essien a inscrit dès la 9e minute une reprise de volée d'anthologie cousine de celle de Zidane en finale en 2002, Chelsea avait réuni toutes les conditions pour rééditer, en plus sadique encore, sa neutralisation du jeu barcelonais.” Pero cuando el “Chelsea s'est retrouvé à onze contre dix, le Néerlandais choisit de sortir Drogba pour le remplacer par Belletti (70e). Autrement dit : de préserver l'avantage.” Y así les ha ido. Todos hemos sentido disgusto o frustración ante decisiones arbitrales equivocadas que las más de las veces podría deshacer en pocos segundos el cuarto árbitro —o quien fuera que se designase para tal función— sólo mirando la repetición de la jugada en un monitor o en las pantallas gigantes del estadio, pero la UEFA se opone una y otra vez aduciendo argumentos trasnochados e inaceptables con la tecnología de la que hoy se dispone; todos hemos visto en numerosas ocasiones cómo un gol marcado en el tiempo añadido (sobre todo en la Premier, donde éste con frecuencia alcanza o sobrepasa los cuatro minutos) acaba con las aspiraciones de un equipo empeñado en la defensa de un resultado demasiado ajustado. Todo esto forma parte del fútbol y mientras no se modifiquen los reglamentos hay que aceptarlo como tal. Desde luego yo no habría considerado injusta —bien al contrario— la victoria del Chelsea si no hubiera llegado el gol de Iniesta, tan golazo o más que el de Essien, o si Drogba no hubiera errado clamorosamente la ocasión de oro que tuvo ante Valdés. Pero nadie puede, nadie debería decir ahora que les han robado. Puede que en el partido brillara por su ausencia un tipo de fútbol que muchos preferimos —y con el que la selección española se impuso en la pasada Eurocopa— pero no faltó la intensidad, la tensión, el ansia de victoria de ambos equipos. Y la final de Roma se presenta apasionante. Que la disfruten.
P.S.: Antena 3 acaba de reponer en su informativo las imágenes de una entrevista realizada por un periodista de la cadena a Guus Hiddink tras el partido que enfrentó a las selecciones de España y Corea en el Mundial de 2002, en las que el entonces técnico de la selección coreana hablaba —como hizo la semana pasada en Barcelona tras el partido de ida— sobre las críticas a las decisiones arbitrales. No las encuentro en la web de la cadena, pero están en You Tube (www.youtube.com/watch?v=scIAaXm48XE) para quien quiera compararlas con las de su rueda de prensa tras la eliminación del Chelsea.