Yo no le conocí personalmente, ni hablé de él con ninguno de los amigos más o menos cercanos que sí le conocieron y trataron. Por eso nunca he hablado de él ni voy a hacerlo ahora. Cualquiera que tenga interés o curiosidad puede teclear su nombre en el buscador que prefiera y encontrará artículos suyos o sobre él, o panegíricos de cuando murió como este alabando su humanidad, su bonhomía ("una de esas personas irrepetibles que dejan una huella profunda. Inteligente, culto, irónico y generoso [...] que escondía entre sus maneras tajantes un laberinto de ternura"); su personalidad "muy fuerte [...] huraña y muy tierna a la vez. En su conversación había mucha ironía, mucha acidez y un pronto inteligente"; su galante caballerosidad ("Era tan sensible que piropeaba por la calle a las mujeres mayores porque, según confesaba, ya nadie se acordaba de ellas"); o su concepto de la poesía: "Un poema tiene que contener una historia en brevísimos renglones. La exactitud y la matemática son la música y el oficio [...] El surrealismo y la escritura automática a mí no me valen. Tienes que conocer la lengua perfectamente, dominar los límites de la palabra y encajarla en su sitio para poder meter la historia en unos pocos renglones". And so on...
Por mi parte, el único motivo de traerlo aquí ahora es la casualidad de haber encontrado en Google libros la vista previa del nº 17-18 de la revista Renacimiento (1997 - vol.II), donde apareció firmada por él una de las reseñas (a la que pertenece el párrafo de la fotografía) publicadas en su momento sobre 10 menos 30, la antología de L. A. de Villena en la que fui (ya no sé si decir que por suerte o por desgracia) uno de los antologados. Un viejo recuerdo, en fin, del que no tenía copia en papel (aunque la reseña en cuestión fue recogida después en Azahar y vitriolo, uno de esos habituales volúmenes recopilatorios de este tipo de escritos). No fue, desde luego, la única "alegría" que me deparó esa antología (tiempo habrá de comentar algunas otras), pero sí una de las más "sonadas"...
Las preguntas obligadas son, claro, en primer lugar, ¿por qué la imagen de esta entrada no es una fotografía de la persona cuyo nombre la encabeza?; y más allá de eso: si he dicho por adelantado que no le conocí ni voy a hablar de él... ¿por qué la encabeza su nombre...? Sencillo: porque para mí Vicente Tortajada (que hasta ese momento —finales del 97 o principios del 98— era un señor que había publicado una traducción de los Sonetos de Crimea de Adam Mickiewicz) es desde entonces ese párrafo, esas palabras suyas le retratan mejor que cualquier fotografía.
Por mi parte, el único motivo de traerlo aquí ahora es la casualidad de haber encontrado en Google libros la vista previa del nº 17-18 de la revista Renacimiento (1997 - vol.II), donde apareció firmada por él una de las reseñas (a la que pertenece el párrafo de la fotografía) publicadas en su momento sobre 10 menos 30, la antología de L. A. de Villena en la que fui (ya no sé si decir que por suerte o por desgracia) uno de los antologados. Un viejo recuerdo, en fin, del que no tenía copia en papel (aunque la reseña en cuestión fue recogida después en Azahar y vitriolo, uno de esos habituales volúmenes recopilatorios de este tipo de escritos). No fue, desde luego, la única "alegría" que me deparó esa antología (tiempo habrá de comentar algunas otras), pero sí una de las más "sonadas"...
Las preguntas obligadas son, claro, en primer lugar, ¿por qué la imagen de esta entrada no es una fotografía de la persona cuyo nombre la encabeza?; y más allá de eso: si he dicho por adelantado que no le conocí ni voy a hablar de él... ¿por qué la encabeza su nombre...? Sencillo: porque para mí Vicente Tortajada (que hasta ese momento —finales del 97 o principios del 98— era un señor que había publicado una traducción de los Sonetos de Crimea de Adam Mickiewicz) es desde entonces ese párrafo, esas palabras suyas le retratan mejor que cualquier fotografía.