Ciertamente lo estoy (vago, de gandul) aunque sin ánimo de justificarme te diré que hay varios factores que contribuyen a que sea verdad ese enunciado. El principal es un curso de Creación y diseño Web que estoy haciendo desde finales de octubre y hasta finales de febrero y que además de las cinco horas diarias de clase (obligatoria) conlleva muchas horas en casa de ejercicios y prácticas... Por encima de eso, sin embargo, diría que más que "estar vago" es que lo soy, y si no propiamente vago o gandul (sé que muchos con quienes he trabajado o colaborado me contradirían) sí demasiado consciente de mi carácter disperso e indisciplinado como para autoimponerme la tarea de ir dando cuenta por escrito de acontecimientos [...], como decía hace algo menos de un año en esta entrada.
Por ejemplo, en la tarde-noche de ayer saltó a las agencias la desafortunada noticia de la muerte de Theo Angelopoulos, y por unos momentos pareció que se revolvía en mi cabeza un texto que de haber salido habría colocado de inmediato aquí en el blog, no puedo decir si evocación en prosa, borrador de poema o qué, me martilleaba en la cabeza un fragmento de diálogo entre dos personajes de una serie que veía hace un par de días: preguntaba uno a la otra si le gustaban los juegos en los que el jugador resulta ridículo, y ella le respondía que la vida es un juego en el que todos resultamos ridículos... Pero el texto, por unas cosas o por otras, no terminó de cuajar. Eso ha ocurrido en muchas ocasiones, y en la mayoría de ellas, a poco que me hayan asaltado con cierto empuje, esas entradas han terminado desplazando a cualquier otra cosas que estuviera haciendo o tuviera la obligación o el compromiso de hacer. Que por unos meses haya dejado de ser así no me preocupa en exceso: si tuviera contrato para publicar en un medio determinado una columna diaria, semanal o con la periodicidad que quieras, no habría tenido más remedio que tirar de ese hilo y forzar la maquinaria para escribir un texto, evocación, obituario emocionado o simple nota de la extensión comprometida, pero no es el caso, así que cuando un asunto o idea no viene con el brío necesario como para hacerme dejar lo que sea que esté haciendo, prefiero dejarlo correr...
Con todo, aprovecho el pequeño respiro de dos días que me concede la festividad católica del sumateológico Tomás de Aquino para intentar saciar tu sed siquiera con estas pocas líneas, y hasta puede que rellene alguno de los huecos a los que me refiero a continuación. La verdad es que acaricio la idea de trasladar al blog los comentarios y/o conversaciones que sobre diversos temas voy dejando aquí y allá dispersos en Facebook o Twitter y seguir añadiendo series de poemas, que por ejemplo la del "Cuaderno del 93" tiene a fecha de hoy dos entradas pendientes de rellenado, o sea, publicadas vacías, sólo con el título y una determinada fecha (aunque en esto se puede hacer trampa) por aquello de que cuando decidí que iba a poner tal poema del cuaderno en tal día concreto resultó que, o bien no encontraba la versión primera (distinta de la publicada después en libro) que quería poner; o —en el caso de la del 2 de noviembre, mi cumpleaños— había publicado el día anterior —el 1, su cumpleaños— una entrada-homenaje a Soren Peñalver con un poema suyo, y no quería añadir inmediatamente la que tengo prevista desde hace tiempo (precisamente el poema titulado Dos de noviembre), más aún teniendo en cuenta que la media de actualización del blog rondará los veinte días y que regular o previsible son conceptos que podría/debería haber añadido en la entrada antes mencionada entre las cosas que este blog no es.
Te contaría en secreto (si no fuera casi vox populi, de las muchas veces que lo he contado ya a los amigos poetas) que el mes de enero de 2010 lo dediqué casi por completo a pasar al ordenador una gran cantidad de borradores de poemas que andaban dispersos entre cuadernos y papeles de diverso tipo (desde folios sueltos a servilletas de bar, pasando por entradas de fiestas en discotecas, recetas médicas —las llamadas copias para el paciente—, etc.) correspondientes al período comprendido entre 1999 y 2009; dado que no recordaba los poemas que había ido escribiendo en esos años —algo habitual y/o sistemático en mí— y teniendo en cuenta las muchas y agradables sorpresas que me llevé, lo lógico habría sido aprovechar ese impulso para (sin perjuicio de mayores y más detalladas correcciones) dar forma a por lo menos uno de los dos libros que claramente entreveía en el conjunto e, incluso, empezar a moverlo por editoriales y/o concursos, por poca que sea la fe que a estas alturas tengo en unas y otros.
Esto es al menos lo que creo que habría hecho cualquiera en mi lugar, pero no yo: aquí cerca de mí, encima del brazo de un sillón, está la misma carpeta azul con los mismos casi doscientos folios llenos de tachaduras de bolígrafo nego, rojo o azul, testigos de las varias ocasiones en que desde entonces me he puesto a la tarea sin lograr llevarla a término... ¡Cuidado!, no quiero con esto decir que tenga prisa por publicar esos poemas/libros (y si la tuviera daría igual, porque ningún editor tiene tampoco interés por —ni me temo que dinero para— editarlos), sólo lo mencionaba como ejemplo de actitud para con algo que me resulta imprescindible (la poesía) frente a otra cosa (el blog) que me importa pero no tanto...
En fin, que por unas cosas o por otras siempre voy encontrando —como ves— excusicas para seguir cimentando una fama de procrastinador impenitente que en absoluto me favorece pero contra la que —con estos mimbres— me resulta cada vez más difícil luchar...
Ya seguimos, un abrazo.