27 de agosto de 2011

Monólogos en el vacío




PERCY SHELLEY EN EL ARIEL

Da pena esta limpieza de mi cuerpo
que sólo tú acaricias; esta voz
fundida con la mía, ambas extrañas,
con un sonido ajeno aquí en la mente,
donde sólo uno mismo debe oírse;
no hay otra que transmita su cadencia
por esa magia simple, su silencio
a los versos amargos que ahora escucho.

Como el mar en invierno, despeinado,
sin sol ni luz, espera una palabra,
así he presentido que mirabas
la paz que trajo a veces tu demonio:
los cuerpos se alejaban al oscuro
rumor que me insuflaste cuando niño,
al eco de tu voz, que tan temprano
vibraba ya en la mía y sólo ahora

reconozco. No puedo soslayar
la tentación de hablar contigo, infame,
recordada en el tacto de mi piel,
el odio de mirarte confidente
solícita de tanta adolescencia
desterrada, la envidia de esos años.
¿Dónde estabas? ¿Por qué no me enseñaste
la manera de amarte, como a tantos...?

Ahora aceptaría tu consuelo.
¿O piensas que el sonido de algún cuerpo
me atraería, que iba a abandonarte
y volver con la ofrenda de mis lágrimas?
Tal vez no te equivocas. Te he nombrado
deidad, como los hombres sacralizan
todo aquello que excede a su contacto,
o aquello de sí mismos que detestan.

Pero voy a seguir buscando el rostro
del que tú estés ausente, su sonrisa,
aunque al final descubra que mi aliento
huele a fondo marino, que mi piel,
incluso recién limpia como ahora,
suave y perfumada, disimula
dentículos, como el escualo triste
que en tu seno profundo nunca duerme.

[Este poema, escrito en mayo-junio de 1987 e inédito hasta ahora, es el primero de la serie de fragmentos que luego conformaron el poema-libro Gaviotas desde el 'Ariel' (Pre-Textos, 2005) del que sin embargo quedó fuera, y uno de los incluidos en la antología Monólogos en el vacío, recientemente publicada por Ediciones del 4 de Agosto en la colección Planeta Clandestino, con motivo de mi participación (el pasado jueves 25, junto a Antonio Méndez Rubio) en el VII festival de poesía Agosto Clandestino en Logroño.]

21 de agosto de 2011

Cuaderno del 93 (I)


CREDO ESCÉPTICO

No hay pago por las cosas que dejamos
de hacer, ni por aquellas
en que aunamos empeño y sufrimiento.
Ni siquiera es verdad —como pensaba
el buen Rilke— que empeño y sufrimiento
sean lo único válido, y no importen
las obras a que pueden dar lugar.

Ha pasado ya el tiempo de los dioses
que premiaban las obras, y también
el de aquel otro —el de Rilke—
que era suma de todas nuestras vidas:
apenas queda tiempo y ya no hay dioses
que den valor al riesgo y a las obras
logradas en la vida.

                                         ¡Qué ridícula
tarea la de escribir lo ya otros
pensaron y escribieron, repetir
como en una cadena sin final
ni principio que no hemos avanzado!

¿Qué importa un dios o muchos o su naturaleza
que nunca alcanzaremos, o qué haya
detrás de tantos nombres
cielo, muerte,
transmigración o Brahma?

                                                      Ni siquiera
sabemos si alguien mira hacia nosotros,
si la mágica luz de las estrellas
no es el brillo de unos ojos

escondidos en el espacio negro.

Con todo, si eso es cierto y alguien
fuera
de aquí
nos está viendo, me imagino
que un día llegarán hasta nosotros

—¡truenos, claro!— los ecos de su risa.


19 de agosto de 2011

Un poema de Juan Bonilla




CORDURA DE DIOS QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO

Padre nuestro, que estás en paradero
desconocido, líbranos de Ti.

No nos llenes el tiempo con tu ausencia.

Tú utilizaste el fuego del infierno
para encender el sol de nuestra infancia.

No nos des incertidumbre de tus ojos
después de que los nuestros ya no puedan
mirar la rosa negra de la vida.

Oh, cordura de Dios que catas
el pecado del mundo,
dispendia tu piedad con los cobardes,
los que te encuentran en cualquier fenómeno
de meteorología, los que imponen
tu Nombre en leyes y oraciones.

Confórmate con ser un huésped
de nuestra infancia rota en mil pedazos.

Vacíanos de Ti,
regresa a tus orígenes,
a aquella inmensa noche de tormenta
en la que el miedo de unos monos te inventara.

                                  (Juan Bonilla, Partes de Guerra, 1994)

8 de agosto de 2011

Poemas que me han dedicado: Antonio Marín Albalate




A lo largo del tiempo algunos (muy pocos) amigos han tenido la gentileza de dedicarme algún poema, y creo que no es mala cosa darlos a conocer, haciendo de paso siquiera un mínimo elogio de los libros en que aparecieron. Y empezaré por el más reciente, incluido en Enclave de barro de Antonio Marín Albalate. En este pequeño y hermoso conjunto de veintidós breves poemas, que no por breves y aparentemente leves dejan de doler, punzantes y callados, en este libro de breves y leves honduras, decía, cambia Antonio el que ha venido siendo uno de sus Leitmotiv habituales (la nieve) por el barro de la edad y el desencanto que el tiempo nos allega. El poema —sin título, como muchos de los suyos, y del que soy no sólo dedicatario sino también involuntario personaje— es éste:

                             A Ángel Paniagua.

¿CÓMO me verán
esas muchachas
con las que todavía
sueño fugarme
a no sé dónde?

¿Cómo me verán,
cuando así las miro,
Ángel, desde esta triste
miopía de canas y barro?

No te ven —dice Paniagua.