20 de abril de 2012

«Monólogos en el vacío», poema de Antonio Marín Albalate


Antonio Marín Albalate en Ficciones, anoche




«MONÓLOGOS EN EL VACÍO»*

Para estar en pie me levanto, solo
para eso, para  seguir constatando
el vértigo de la vida ante el abismo; o
para leer Percy Shelley en el Ariel
y llorar ante la perfección de un
«da pena esta limpieza de mi cuerpo».
Y ponerme muy serio en el verso último
—«me siento ya muy sucio, voy al baño»—
del poema Un poeta español prevé
su muerte. Porque al igual que tú, Ángel,
dejas aquí este libro, dejo yo
estos versos míos, descalzos, blancos
versos como de andar por casa, para 
—tú lo has dicho— la justicia del tiempo;
sabiendo ya Navegante de Cortés que
«el dorado equipaje de los años
empieza a deshacerse por sí solo…»;
en mi caso ya deshecho del todo,
como mi mundo de nieve y de barro
donde nunca nada ni nadie, acaso
porque igual que en tu Sueño de Empédocles
«dije tierra y el mundo se deshizo»,
dije tristeza como algo sublime,
dije lentitud de voz en la tarde,
dije ficciones —todo es mentira—,
dije yo Never more —tampoco es cierto—
con el cuervo de Poe sobre mi hombro
y dije cuanto acaso nunca dije.

Para estar en pie me he levantado yo
esta mañana de un día domingo
en las claras ojeras de mis ojos,
como jamás escribiera Vallejo;
para acordarme del barco fantasma
donde tan absurdamente payaso
en noches de borrachera navego,
a la deriva y sabiéndome ya hundido,
y sin embargo todavía clara-
mente leyendo el aserto del verso
tercero de El holandés errante
cuando escribes ciertamente diciendo:
«veo sucias de barro las baldosas»;
y mucho más adentro, con un duro
«pero siguen hablando sin mirarme»,
diciendo del grito que oyes, del balcón…
de la caída diciendo…
                                             del cadáver
que es para mí el poema cubierto
con la sábana gris de la desmemoria.

Para estar en pie sigo levantado
De noche, con Vallejo y tu palabra
para contemplar, desde lo que somos,
«la soledad, la lluvia, los caminos»
y así reconciliarme con la Nada
ante tus Monólogos en el vacío;
o para sentir, en el último instante,
la caricia de la cuerda en el cuello, o
para espantarme y continuar huyendo.

Y por la costumbre esta de estar en pie.
Acaso por eso, por pura inercia;
sin acritud lo digo, puedes creerme.
Ya sabes, amigo, nadie es perfecto. 


[* Antonio Marín Albalate leyó anoche este poema, taraceado con títulos y versos de los poemas incluidos en mi plaquette Monólogos en el vacío, como prólogo a la presentación de la misma, y con su autorización expresa (y mi agradecimiento) lo traigo al blog.]